Carlos Alberto De La O Tapia, también conocido por su seudónimo “Transmisor de Sinestesias”©. Aprendiz de Poeta. Nacido en Ciudad Lerdo, entidad azucarera, enclavada al margen de la Zona de los Tuxtlas, en el Sotavento del estado de Veracruz, México.
De La O Tapia ha participado con palabras de apertura y prólogo en tres obras de la poetisa Odalys Interián Guerra, con el prólogo del poemario “Polvo de Sol en las Pupilas” de la poetisa Cubana Maricel Peña. Colaboró en la Revista Cultural Guatiní y ejercicios literarios dirigidos por el poeta Ernesto R. del Valle.
Además de ser alumno de poesía japonesa en la Sociedad Secreta del Haijin, De La O Tapia es autor del poemario “Donde el tiempo se ha roto” (2020), publica en plataformas virtuales colaboró con Ensayos breves de Alfonsina Storni, Clarice Lispector, Frida Kahlo, Sor Juana Inés de la Cruz, Alejandra Pizarnik y el artículo “Festejando la muerte: 8 poemas para el día de muertos”.
Convencido de que, la Poesía debe uno sentirla para poder escribirla.
Poesía en coma
Siento el disparo en el pecho,
agobia,
se oculta el sol,
la noche arrastra suspiros
mientras se asoma a la ventana
Tengo la poesía en coma
contemplando las 365 vueltas,
este mareo cansa…
El peso del aire,
la penumbra asechando fuera,
un monstruo que no podemos ver
nos acaba
quitándonos el aliento
Almas que se nos van,
parten
ensanchando el vacío
y sembrando lágrimas
en el huerto del pecho.
Tengo la poesía en coma
esperando un aleteo de luz,
respira por episodios
el verso se contiene,
una hoja en blanco
se asoma por la rendija
y la tinta gotea y entra en la vena.
Afuera la muerte
asalta al latido,
se bebe la paz
rompiendo el vaso,
nos persigue
y nos deja ir… Jugando.Las palabras callan
al servir la cena,
que se come con gratitud
y pasa otro día
mientras tengo la poesía, en coma…
El Sermón del Latido
En aquellos tiempos
el Corazón caminaba
en medio del valle
de los sentimientos
y subió al latido más intenso:
“Benditos sean
los latidos enamorados,
porque de ellos son
los sentimientos puros.
Benditas sean
las miradas profundas,
porque a ellas pertenecen
el tacto de las almas.
Benditas las manos
que acarician con sinceridad,
porque ellas recibirán
la abundancia y la entrega.
Benditos
los abrazos que sanan,
porque a ellos retornará
todo el amor otorgado.
Benditos los labios
que besan entregados,
porque ellos son dueños
de emociones imborrables.
Bendita la piel
que se entrega en plenitud,
porque no habrá
sensación que le engañe.
Benditos sean
los tiernos suspiros,
porque los Ángeles
ya han escuchado su voz.Sean multiplicados
sus sentimientos y sensaciones
según las hallan dado,
sean llenas sus vasijas
de este vino,
pues será lo único que beban,
cuando nos marchemos, un día,
de este mundo…”
Floración
Florecí en su pecho
cerca de aquel otoño…
Fueron sus manos
colibríes matutinos,
rodeándome,
alimentándose de cada poro.
Su boca,
esa mariposa divina
volando a flor de labios,
inquieta,
buscaba néctares
sobre la dermis.
Rondaban nuestras pupilas
como abejas,
contemplando nuestros jardines,
recolectando el polen
del deseo.
Viento y corola
amantes eternos
se balanceaban despacio
sobre delicadas caricias.
Se cobijaban silencios,
sin dañarse,
meciéndose al ritmo
de la sutil melodía
de una entrega.
Y floreció su piel
era musa,
era edén entre mis brazos,
un canto celestial
cobijando las ansiedades
en su cáliz,
mientras abrían uno a uno
los botones de sus rosales.
Su aroma dulce,
su piel terciopelo,
su néctar fluyendo…
Y en aquel instante
fue primavera su vientre.
Nacieron rosas,
oí el canto de ángeles
y vi sus valles cubrirse de lluvia,
mientras se aferraba al cielo,
que la envolvía
en un instante de luz…
Entonces florecí en su pecho
cerca de aquel otoño…
Mientras posaba cansado
de aquél viaje por su piel,
buscando aquellas rosas
que siempre creí perdidas…
Confesiones al espejo
Entonces hablé así
cuando tuve de frente
a ese ser:
“Disculpa
por no regalarte atardeceres,
por no libar tu presencia,
por cubrirte con sombras
y poner culpas en tu copa.
Disculpa
por la estupidez
de darte la espalda,
por creer que alguien te salvaría,
por hacerte dependiente
de un sueño
y darte a comer ilusiones.
Disculpa
por cada momento
en que te encadené
a una fantasía que agonizaba,
por atarte un grillete
de esperanzas falsas.
Por poner a volar tu corazón
en cielos con tanta tormenta
y dejar que su caos
rompiera tus alas.
Perdona
por alimentarte con cristales
esos silencios ajenos,
esperar a que los tragaras
y hacerte aguardar cada sol
por respuestas
que nunca llegaron…
Por hacerte anidar
entre oraciones vanas,
que reconfortaban
pero no curaban.
Perdona,
porque he puesto en tu equipaje
tanta piedra,
tanta espina,
que sangran tu espalda.
Perdona
por tantos años…
Hoy rompo estas cadenas
busca refugio
donde puedas…”
Terminé de hablar
y eché una última mirada al espejo,
mientras su reflejo
lanzaba un suspiro
y daba la media vuelta…