Venezuela
Gioconda Burgos "Gio Burgos"

Venezolana, abogada, profesora universitaria y poetisa a tiempo completo. Burgos es una mujer apasionada por la vida. De la voracidad de leer nació la pasión de escribir. Incursionó tímidamente y por mera afición a la narrativa corta y al cuento, pero al descubrir la poesía, se entregó a ella sin cortapisas. Fue una capitulación total.

“No sé contarme, no sé describirme sino en poesía”.

Burgos posee dos poemarios, sin publicar, a los que les ha dedicado todo su quehacer “Una canción entre líneas” y “La que me habita”, este último dio nombre a su blog, un nuevo proyecto que está en desarrollo.

Actualmente, dirige una sociedad de poetas y escritores de distintos países de habla hispana, a través de la cuenta en Twitter @SocPoetYEsc.

“A mi poesía yo la describiría como sanguínea. No soy consecuente con la letra tibia. A la vez creo que mi poesía también va contando a mi alma niña. Entre estos vértices discurren y confluyen mis letras”. 

De vivir se trata

De sangre, de carne, 
de huesos. 
De rescatar el alma 
diluida en agua. 
De dejar
que las palabras 
vengan a buscarme 
y yo
de salir a buscarlas. 

De encontrarle
explicación a la mañana
y sospechar
que al mirar no se gasta.

De ordenarle a un pie 
que siga al otro, 
desordenándole
las ganas. 

De tener el poder
de pisar serpientes, 
—como se nos prometió—
sin que 
te queden marcas.

De seguirle la pista 
al contorno de tus uñas
y de arañar 
y de vivir arañando, 
a la hora adecuada.

Sonrío…
Hay alguien conmigo
que ve más allá 
de mi ombligo,
a quien le importa 
mi espalda. 
Y que también araña y araña…
su hilo,
—en el perímetro—
de la madrugada. 

Sí.
De vivir… se trata.

La victoria del ruiseñor

No invites al suicidio a un ruiseñor. 

No le indiques un camino falso. 

No incendies de miedos 
su galera de medianoche. 

No dejes que la mariposa
viva en su pecho, 
la halle el cazador. 

No amarillees sus cartas plenas de voz.

Juega con el agitar de su cuerpo 
que se rige por una única ley multicolor. 

Alégrate con su derecho a la victoria perdurable. 

Clama por su exacto ritual 
de estallar la mañana en tus ojos. 

Asómbrate con el don indiscernible
que revolotea en su risa de aguacero.

¡Es qué no todas las islas felices han sido ocupadas! 

Quedo yo…

La guardasuspiros

Si me preguntan quién soy…
diré que soy
la repartidora de infinitos.
La que salta entre tejados
consignando la mañana
y soy la encuentracaminos.

La que casi sin miedo,
inaugura, a solas, la sonrisa.
Soy la repetidoradesoles
y la que guarda pedacitos
de la tierra del grillo.

No le niego un pañuelo a la luna,
asi venga desnuda de gemidos.
Soy la quiebratristezas,
apaciguo de cenizas la noche,
amellándole a la pena, el filo.

Soy mi propio plural
y el cuerpo de mis domingos.
Soy la renaceamores,
me extravío en sus orillas
y lo levanto de su sitio.

De la humedad de mis pechos
cuelga un cesto de frutas
y los ángeles del trigo
que alguna vez entibian
la casa del poeta.

¡Soy la guardasuspiros!

Y pasa el amor

A una señal,
a un número secreto
abre el amor su cápsula sellada,
como una flor que insiste.

Un cuando
que se vuelve lentamente de espaldas… 

Y surgen las aguas
y el secreto relámpago,
las aspas que no cejan
y el acero vehemente,
ciego,
involuntario.

Pasa el amor
y no desiste
hasta herir a la rosa,
afilado

Y arrastra a su incongruente orilla,
a sus bordes volcánicos,
a sus ágiles mandíbulas,
a sus cerrados guarismos
de ángel desvelado
Pasa el amor bebiéndose
los labios
y se crece
y se sabe mi nombre
y se muere… ¡de vivir!

El día recobrado

A lo largo de un nombre viviré este día
y tendré la hierba,
tendré la risa
y la mañana.


Seré la rosa que renace
de entre los viejos papeles.
Como una rara piedra.
Única y destinada.

Y oiré las palabras
y tú sabrás que yo soy
la medida de este día.

El día recobrado.

Y encontrarás mi caracol
y mi centavito de agua.
Y te hallará mi saco
de manzanas azules. 


Mi cuerpo fiel de flores y cigarras
te hablará del tibio corazón de las trompetas.

Seremos un instante
arrimado a la orilla del mundo.

Sí, tú sabrás que yo he sido este día.
¡El día recobrado!

Y nací en lluvia

Eras trueno
y te sentí correr ciego,
solitario y absurdo
como un niño celeste.

Sentí tu miedo de bestia enloquecida
y la cerrada soledad
de tu lamento.

Nada dulce,
ni próximo, ni tibio
te acogía en tu tristeza
de piedra azul.

Desde las afueras
de la noche
escuché tu corazón quebrarse

loco de furia y desamparo.

Atestigüé
las islas ateridas
de tu canto sombrío
que rodaban por el viento.

Y nací en lluvia
—desde el fondo—
de tus todos.

No te escondo la llave…

¡He aquí mi pecho!