México
Miguel Adame Vázquez "El Maquinista Mute"

Miguel Adame Vázquez, también conocido por su seudónimo “Maquinista Mute”, nació y reside en México. 

“Maquinista Mute” entrega toda su pasión a la poesía, construyendo entre sus palabras y gran sensibilidad, poemas profundamente estructurados, que invitan a adentrarse en la mente y el alma del escritor. 

Este prolífico poeta posee más 1300 poemas, difundidos en distintas plataformas digitales de poesía, incluyendo su blog personal que pasa las 100,000 lecturas y sus redes sociales con miles de seguidores.

Lo que somos

Somos migajas del tiempo,
pedazos de un deseo,
recuerdos inconclusos
de un amanecer incierto.

Somos sufrimiento,
carencias,
vagabundos de historias,
dolores y pasatiempos.

Somos dudas,
dolor y muerte,
mucha muerte.

Vivimos rozando
la voluntad de otros,
siempre intentando soñar
con el mejor momento.

Somos indiferencia,
un testamento
que no deja nada.

La voluntad
de un lenguaje
desnaturalizado.

Partículas inconformes,
rastros del viento
sembrando esperanzas.

Somos lo que siempre
hemos negado,
a veces más,
muchas veces menos.

Somos el límite
de un cuerpo atrevido,
la maleza de una selva
que se escapa a la mentira.

Somos dudas,
paradojas que se repiten
en un poema
que ama el asombro.

Somos error
y promesas imposibles,
un círculo sordo
que se hace hábito.

También somos
lo suficiente,
un espasmo de asombro.

Somos domésticos
una tarde que vuela,
somos laberinto que teje
un mito en la memoria.

Somos un sentido posible,
ilusión que se borra
con el sentimiento.

También somos solidarios,
un arcoíris entre las hojas,
silencio y un relámpago
que ama el verano.

Somos granizo,
lluvia que escandalosa
que riega a la vida.

También somos
el ronroneo de un gato con frío
escondiéndose entre las cobijas.

Somos lo que pensamos,
volátiles,
amor que nunca se detiene.

Somos rencor
el sueño de un paraíso,
los pájaros
a la orilla del río.

La estrella distante,
el pétalo de la rosa,
la fiesta que todo lo ha visto.

Somos los errores del otro,
las preguntas sin respuesta,
el miedo y los días fértiles.

Somos
el que nunca se despide,
la escasez de la mirada
sin el poema querido.

Somos menos oscuridad
y más luz,
la voz tenue
en un milagro sencillo.

Antes que la guirnalda muera

Antes que la guirnalda muera
tejeré un abrazo profundo,
cómo extraño esa palabra
que soñaba con regar cada incendio.

Decía la abuela tanto
con tan solo mirarla,
no podía comprender
era un niño que descalzo amaba.

Antes que el rosal
sucumbe ante el frío y la plaga,
dame un ramo de flores
para poder suspirar mañana.

No quiero irme
sin ver tus ojos nuevamente,
esos que esconden tímidos
esa tierna mirada.

Es diciembre
hace mucho frío,
este año no será
cómo cualquier otro año.

Las grietas se hinchan
las raíces huyen,
las naranjas solitarias
no crecen en invierno.

Dime que vendrás,
el poeta sufre
en la penumbra oculta
de un jardín de sombras.

No quiero irme,
quisiera vestir tu sombra
con tulipanes rojos
y hermosas rosas.

Antes que la vida
acabe con el tiempo,
deseo tocar el mar
con un poema.Que dance el amor,
que la última muerte
sea de esperanza.

El otro poeta

El otro,
el poeta,
el que no conocemos.

Permaneciendo en cada hoja,
en cada noche,
en cada historia.

Cómic de su confinamiento,
estéril,
porvenir sensible,
cualquiera.

Algo dijo,
no dijo,
vocablo desnudo
que vuelve con el viento.

Algunos días,
pasado,
páginas que se olvidan
de las consecuencias.

El poeta quiere esculpir promesas,
no muere encima
de nuestra frivolidad.

A veces la poesía tiene insolvencia,
cierra los ojos
solitario,
quiere sentir.

Mutilado,
remendar palabras,
pagando el precio
de la lucidez que ha escogido.

Tiempos de encierro,
verso en un laberinto,
ineluctable.

No se puede esparcir una tarde,
elogiar en la profundidad
de una angustia.

He de prometer una luz irreductible,
ante los escombros
de una noche
que se apaga en lo profundo.

El otro,
el poeta,
el que no conocemos.

El que se asusta
con una mirada,
el que no tiene amigos,
que escribe mientras duermes.

Olvídalo,
pretextos poéticos
que no llegarán jamás.

Conquista
vivir en un sórdido entorno,
endeble,
amanecer inocente en la penumbra.

La tristeza se lo lleva todo
igual a ti,
florece al borde del precipicio,
aflorando en su permanencia.

Invernando en la libertad bastarse,
aquí en el altiplano,
en la frágil quimera.

Seguiremos siendo
un juramento de pandemia,
esa que nos dio tanto miedo
cómo si fuera un poeta desconocido.

El otro,
el poeta,
el que no conocemos.