Venezuela
Yaneth Hernández

Yaneth Hernández, también conocida como “Yan” como homenaje a su madre que sufrió de Alzaimer y no recordaba su nombre completo, Nació en la ciudad de Maracaibo, Venezuela.

Estudió pintura, escultura, serigrafía, cerámica y grabado en conjunto con mis estudios universitarios los cuales concluyó en 1992 al recibir el título de Comunicadora Social mención audiovisual. Tuvo la oportunidad de participar en varias exposiciones logrando reconocimiento en su ciudad natal y de residencia por mi obra pictórica.

Hernández, trabajó en teatro y escribió dos monólogos. Cursó además, Historia de la Música Clásica, por la cual siente predilección.

A los 14 años inició en la poesía de la mano de Alfonsina Storni y Antonio Machado. Actualmente ha publicado en decenas de grupos de poesía en redes sociales donde su obra ha logrado posicionarse con gran satisfacción. Su  trabajo ha sido premiado tanto dentro del mundo virtual como en el plano exterior. Su  tiempo transcurre entre la poesía, la composición musical la buena lectura y en ultimar los detalles de lo que será su  primer libro de poemas con prólogo del insigne poeta venezolano Domingo Martínez (Lúdico), el cual pronto saldrá al público, La Luz del Olvido estará dedicado al maestro Antonio Machado.

Hernández afirma: “Ustedes poetas queridos, son mi escuela. Un día seré poetisa, entonces sabré que dejaré mi humilde legado en los anaqueles de la Poesía Universal”.

RUIDO DE SOMBRAS

Éste ruido de sombras,
va, encendiendo la música
vieja de mis ojos,
palpita en la llanura
del horizonte la inmortalidad de tu boca
y aquellos versos
que escribí con la blancura
frágil, de tus besos
en dulzura primitiva,
supo al instante,
al fruto cierto de nuestros
cuerpos, sin intenciones
ocultas.

Te vas volviendo catastrófica, al caer
el manto de la madrugada,
entonas las palabras
como canto profético,
desnudando mi vientre,
ante la ambrosía salvaje,de tus manos en bruma.

Nos distanciamos saboreando el añejo vino
de la pena, masticando
la impotencia de amarnos
en una guardilla, 
de acusaciones y pasiones
que nos rompen las venas.

Volvamos al eterno
sacrificio, de ignorarnos
pero no olvidemos
el secreto viceral, 
de ser una en una,
como un soneto, unido
a las entrañas de quien
lo compone, bajo ruido
de sombras y la tinta
más profunda de su alma.